El uso del término codependencia se remonta a los años cincuenta cuando en los Estados Unidos a las esposas de los alcohólicos se les llamaba co-alcohólicas. Posteriormente en los setentas, con la proliferación de las “dependencias a sustancias químicas” el término se transforma y a las personas vinculadas en el plano emocional a los adictos se les comenzó a nombrar “codependientes”.
El o la
codependiente, es aquella persona que sufre de ansiedades, tristeza, enojo,
confusión mental y trastornos psicosomáticos entre
otros, debido a una fuerte dependencia emocional y vida conflictiva con el
enfermo adicto. Ahora bien, el padecimiento se ha extendido ya que la
codependencia abarca tanto a los que se relacionan con los que usan cualquier
tipo de sustancia tóxica al organismo, como a los que se vinculan con personas
que presentan algunas tendencias obsesiva-compulsivas al trabajo,
al juego o a las compras, al sexo, ante la comida y/o que tienden a
relacionarse con los “adictos” a las relaciones destructivas.
Según la
literatura especializada (Beattie, 1990; Cantú, 1995; Kalina, 1995) sobresalen
en la persona codependiente: 1- la presencia de conflictos emocionales
expresados en fragilidad y dependencia emocional, frustración, ansiedad, enojo
y tristeza; 2- daños y heridas narcisísticas reflejadas en baja autoestima,
sentimientos de vacío, abandono y necesidad de reconocimiento externo.
Presentan también: 3- dificultades en las relaciones interpersonales por la
dificultad en marcar límites, la aceptación de conductas destructivas, de
rechazo y maltrato físico y/o psicológico y por ser aferradas, celosas y
controladoras.
Son múltiples los autores que encuentran en el seno familiar
disfuncional, los factores determinantes que predisponen el desarrollo de la
conducta o personalidad codependiente.
Cuenta en estas familias una niñez triste en combinación con patología en el
seno familiar en donde destacan: enfermedad psicológica en los padres, fuertes
y continuos traumas, no laborados o elaborables, que incluyen abandonos, por
ausencia o muerte de las personas significativas de la familia, separaciones
múltiples, divorcio y/o abuso físico o emocional en la familia, prácticas de crianza violentas,
erráticas, problemas de uso
de alcohol y drogas en
sus miembros y familiares que ya padecen de y/o actúan los patrones
codependientes. Asimismo frecuentemente hallamos padres violentos y distantes,
madres abandonadoras y sometidas, hecho que hace que el niño(a) no tenga
de donde “agarrarse” y/o nutrirse afectivamente.
Si seguimos la línea del
pensamiento que plantea Diamondstein (1994) en torno a la dependencia a las
drogas, en donde señala que el origen de las mismas se genera por el efecto que
tiene sobre la personalidad del sujeto los vínculos familiares enfermantes que
se manifiestan en un déficit de narcisización, un vacío, en el cual el sujeto
coloca la droga, en relación a la codependencia, acontece lo mismo, es decir,
el codependiente presenta una similar deficiencia de narcisización, resultado
de una historia familiar caótica y desorganizante, que se refleja en un
profundo vacío emocional, el cual el codependiente trata de llenar con el
adicto.
En ese sentido, debido a los daños en la autoestima el o la codependiente desarrolla
un mecanismo de captación inconsciente (en otras ocasiones muy consciente) de
que quien tiene una enfermedad adictiva es una fuente ideal de estima y
reconocimiento, el cual anhela el codependiente. Algo que es llamativo en
los codependientes es la existencia de una exagerada tendencia, casi obstinada
a vincularse con personalidades narcisistas (alcohólicos y adictos en general)
(Castrellón, 1997) o sujetos con defectos de carácter en donde destacan l@s
orgullos@s y soberbi@s , iracund@s, lujurios@s, egoist@s e envidios@s,
resentid@s, perezos@s, avar@s y gulient@s. Esto lo expresan de manera muy
clara mujeres quienes mencionan en la consulta que: ”mire Dr., yo puedo llegar
a un baile atiborrado de hombres, inicialmente mirar a todos a los ojos y
siempre me quedo con el más patán”.
Al respecto, habría que tomar en cuenta que la codependencia
presenta un curso como enfermedad y su proceso tiene grados. Así, según (Cantú,
1995) están
1. las personas que actúan en forma codependiente por estar mal informadas, en un segundo lugar,
2. están las personas que poseen rasgos codependientes y en tercera instancia, se encuentran
3. las que padecen el cuadro completo de codependencia.
En los talleres que imparto con el subtítulo de “Codependencia: Anhelo de reencuentro con la madre”, siempre encuentro el
rejuego amoroso desde la perspectiva de la búsqueda de una “madre buena” (Winnicott) en la relación con el otro. Es frecuente que siempre exista
en est@s, la necesidad de la búsqueda de “un alguien” que l@s “complete”, que les de sentido de vida y que les nutra en su autoimagen y registros
de ser mujeres u hombres. Así, frecuentemente el o la codependiente en un
acto fallido se mira en la “mirada ciega del otro”, quien no l@s ve, ya
que también ell@s andan en la búsqueda de una figura (maternal o paternal) que
les de afecto y aceptación.
Desde una
perspectiva histórica, aspectos socioculturales y religiosos en México
determinan en mucho a las esposas y a las “mamás” a desempeñar roles codependientes como una forma de expresar afecto. En
ese sentido, una visión implícita desde lo cultural de la dinámica
codependiente se refleja en la actitud vincular del macho mexicano y la conducta
abnegada de la mujer mexicana. Por otro lado, desde el plano familiar el
prototipo de la “madre buena” o el “papito bueno” proyectan a sus hij@s
la figura de una mujer u hombre protectores quienes se preocupan por el
bienestar de ell@s, creando una situación de dependencia emocional evitando así
que se alejen de ellos cuando lleguen a la madurez, provocando otros de los
males involucrados en la codependencia como es el de la “mamitis o papitis
aguda”, tanto en hombres como en mujeres y que se traduce de igual manera en
fuertes demandas de afecto y atenciones a la pareja a las cuales se les inviste
erróneamente con imágenes de “ma- y/o de pa”.
Pero pasemos a lo que son el discurso y las actuaciones
codependientes: Dentro de sus actuaciones están descripciones que hacen
referencia a circunstancias en donde la persona codependiente menciona en la
consulta cosas como por ejemplo: “Dr., yo me arremolino en la cama con tal de
satisfacerlo”, también pueden mencionar: “yo solita giro alrededor de él”, otr@s expresan
que: “yo trato de marearlo, con tal de salirme con la mía” (o sea controlarlo).
Frecuentemente piensan: “si yo fuera mejor esposa, mejor cocinera,
ama de casa o madre, él no tendría necesidad de “la otra” y van “a escondidas”
a conocer “a la otra” para aclarar que atributos tiene “esa” (la otra) buscando
cualidades que siente que ellas no poseen. Expresan frecuentemente que:
“si no fuera por mis hijos, ya me hubiera salido de la relación”, auto
catalogándose entonces ell@s como sacrificad@s y aguantadoras, siendo típico
que se identifiquen con personajes públicos sufridos y “ardidos” (Pedro
Infante, José José, Paquita la del Barrio, Lupita D´alessio, entre los más
representativos).
La
sobreprotección, otro signo de codependencia, nace a
veces de la situación de madres o padres que han perdido a su pareja y los
hijos pasan por tanto a llenar el vacío que dejo el o la espos@. En la codependencia también se
aparenta mucho amor, pero es egoísmo, desconfianza y relación condicionada: “te
amo si cambias”, “si no haces lo que digo, te recrimino, te
persigo, me siento tú víctima, y trataré de manipular hasta el último de tus
huesos”. La codependencia es la imagen de la complacencia e incondicionalidad,
cuando algo les molesta tratan de ser dulces y calmados debido al miedo al
rechazo.
En lo emocional el
codependiente sufre de constantes crisis fallidas de desintoxicación a través
de sus enojos, los cuales tienen una acción antidepresiva o antiansiógena
momentánea. También levantan “paredes” a través de la amenaza o el
silencio, de esta forma no permiten que otras personas se les acerquen y por
tanto se acompañan de dolores de cabeza, dificultades para concentrarse,
insomnio, alteraciones en el apetito, el deseo sexual y de trastornos
gastrointestinales. También son frecuentes los accidentes de todo tipo con
lastimaduras graves, incapacidades y deseos de que el otro cuide y rescate en
el fondo. Las cirugías y largas jornadas de gimnasio para embellecimiento y así
agradar a la pareja son muy frecuentes en estas personas.
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